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Poesías eucarísticas

 

Índice de esta sección

A Jesús Sacramentado

¡Que bien se está contigo Señor!

Mi Amado para mí
Muero porque no muero
Búscate en mí
Vuestra soy
Hermosura de Dios
Ayes del destierro
Loas a la Cruz
La cruz
Nada te turbe
Una cruz Sencilla
Yo pequé Señor, Tú padeces...
Vivo sin vivir en mi
¡Oh llama de Amor viva!
Preguntas de Amor

 

 

Índice de esta sección

Pan de ángeles

Si tú me dices ven...
Pues busco, debo encontrar
Oh! Cristo
A la muerte de Cristo
Yo para qué nací
Yo ¿cómo vine al mundo?
La Dolorosa
Dame Señor
Cuantas veces Señor me habéis llamado
¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?
Blanca como un cirio 
Llamaron a mi corazón
Eucaristía

 



 

A Jesús Sacramentado
(Sierva de Dios Doña Juana Carou 
-Fundadora de ARPU-)

 

 

 

 

Muerta he de estar ¡Amor de mis amores!
Muerta he de estar y en polvo convertida
Y mis cenizas ¡Vida de mi vida!
Han de cantar tus glorias y loores.

Y de mi ser los átomos perdidos
Vagarán por el ancho firmamento,
Y a tu Sagrario volarán rendidos
A adorarte en tu Augusto Sacramento.

Muerta he de estar, Señor, materia inerte
Será mi corazón, ceniza fría,
Y de esta ceniza que formó la muerte
Te adorará Señor, de noche y día;

Y en mi cadáver, en mi cuerpo frío, 
Del santo fuego que mi pecho inflama,
Tu podrás contemplar, dulce Amor mío,
La huella que dejó su ardiente llama;

Y hallarás el recuerdo peregrino
del divinal amor que arde en mi pecho,
En esa huella que tu amor divino
Dejó en mi pobre corazón deshecho.

Muerta he de estar Señor, y mis despojos,
mezclados con la tierra de mi fosa, 
Y las frías cenizas de mis ojos,
Te enviarán mirada cariñosa,

Que de mi cuerpo la ceniza helada,
Do quiera que reposea su manera,
Aunque esté convertida en polvo y nada,
Te adorará, Señor, cuando me muera.

Muerta he de estar, Divino Jesús mío,
Y sin cesar te adoraré, Señor;
De mis restos el polvo helado y frío
Te cantará eternal himno de amor.

Y hasta los fuegos fatuos que mis huesos
Produzcan en el campo funerario,
Serán ¡dulce Amor mío! santos besos
Que mis labio envían al Sagrario.
>>

En su fragancia la silvestre flor
Que nazca donde está mi sepultura,
De mis frías cenizas al calor,
te llevarán mis cantos de ternura

Y del aire las alas al tocar,
Mis restos fríos mi ceniza helada,
Al volver tu Sagrario acariciar,
te llevará los besos de mi nada.

Y hasta las bellas gotas de rocío,
que besan las corolas de las flores
Que crezcan do repose el cuerpo mío,
Convertidas en mágicos vapores,
Con las alas del viento confundidas
Entrarán en tu templo sacrosanto,
Y a tu Sagrario llevarán rendidas
De mi cadáver el humilde canto.

Alma no tiene, dueño idolatrado, 
El Sol fulgente que en el Cielo brilla,
Y sin cesar te adora dueño amado,
Canta tus glorias y ante ti se humilla.

Alma no tiene la brillante estrella, 
Que esparce su fulgor en noche oscura
Y vertiendo en el éter la luz bella
Canta, señor, tu gloria y hermosura

Alma no tiene la fragante flor
Que ostenta su belleza en el jardín,
Y al exaltar su delicado olor, 
te adora cual ardiente Serafín.

Así mis restos en la oscura fosa,
sin derramar fragancia ni fulgor
Bajo la fría y olvidada losa,
Te cantan tu gloria y tu loor.

Y tú que ves, Señor, lo que escondido
Existe para el hombre en este suelo,
Verás mi cuerpo en polvo convertido
que te adorará señor como en el Cielo.

 

¡Que bien se está contigo Señor!

 

 

 

¡Que bien se está contigo SEÑOR junto al SAGRARIO!
Que bien se está contigo, ¿por qué no vendré mas?
Hace ya muchos años que vengo a diario
y aquí te encuentro siempre -AMOR  SOLITARIO-

Solo, pobre, escondido, pensando en mi quizás!.....
TU no me dices nada ni yo te digo nada;
si TU lo sabes todo ¿que voy a decirte?
Sabes todas mis penas, todas mis alegrías,
sabes que vengo a verte con las manos vacías

y que no tengo nada que te pueda servir.
Siempre que vengo a verte, siempre te encuentro solo
¿Será SEÑOR que nadie sabe que estás aquí?

No se , pero se, en cambio, que aunque nadie viniera,
aunque nadie te amara ni te lo agradeciera,
aquí estarías siempre esperándome a mi.....

¿Por qué no vendré mas? ¡Que ciego estoy, que ciego!
Si se por experiencia que cuando a TI me llego
siempre vuelvo cambiado, siempre salgo mejor.
¿A donde voy Dios mío, cuando a mi Dios no vengo?

¡Si TU me esperas siempre! Si a TI siempre te tengo
si jamás me has cerrado las puertas de tu AMOR.
Por otros se recorren a pie largos caminos,
acuden de muy lejos cansados peregrinos
>>

 

o pagan grandes sumas que no han de recobrar.
Por Ti, nadie me pregunta, de TI nadie hace caso,
si alguna vez te visitan es solo así de paso;
aquí eres TU quien jamás paga si alguno quiere entrar.

¿Por qué no vendré mas si se que aquí, a TU lado,
puedo encontrar, Dios mío, lo que tanto he buscado
mi luz, mi fortaleza, mi paz mi único bien?
¡Si jamás he sufrido, si jamás he llorado SEÑOR
sin que conmigo llorases TU también!

¿Por qué no vendré mas JESUCRISTO BENDITO?
¡si TU lo estás deseando, ! si yo lo necesito!
Si se que no soy nada cuando vengo aquí.....
Si aquí me enseñarais la ciencia de los santos
como aquí la buscaron y la aprendieron tantos,
que fueron tus amigos y gozan de TI....

¿Por qué no vendré más, si sé yo
que TU eres el modelo único y necesario
que nada se hace duro mirándote a TI aquí....?
El SAGRARIO es la celda donde estás encerrado.....
¡Que pobre, que obediente, que manso, que callado,
que solo, que escondido......nadie se fija en TI!

¿Por qué no vendré más ? ¡Oh! Bondad infinita!
riqueza inestimable que nada necesita,
y que te has humillado a mendigar mi amor
Ábreme ya esa puerta, -sea esa ya mi vida-
olvidado de todos, de todos escondida,

¡Que bien se está contigo, que bien se está SEÑOR !
Amén

 

 

Mi amado para mi
(Santa Teresa de Jesús)

 

 

 

Ya toda me entregué y di
Y de tal suerte he trocado
Que mi Amado para mi
Y yo soy para mi Amado.
 
Cuando el dulce Cazador
Me tiró y dejó herida
En los brazos del amor
Mi alma quedó rendida,
Y cobrando nueva vida
De tal manera he trocado
Que mi Amado para mí
Y yo soy para mi Amado.
 
Hirióme con una flecha
Enherbolada de amor
Y mi alma quedó hecha
Una con su Criador;
Ya yo no quiero otro amor,
Pues a mi Dios me he entregado,
Y mi Amado para mí
Y yo soy para mi Amado.

 

Muero porque no muero
(Santa Teresa de Jesús)

 

 

 

Vivo sin vivir en mí
Y tan alta vida espero
Que muero porque no muero.

Vivo ya fuera de mí
Después que muero de amor,
Porque vivo en el Señor
Que me quiso para Sí.
Cuando el corazón le di
Puso en él este letrero:
Que muero porque no muero.

Esta divina prisión
Del amor con que yo vivo
Ha hecho a Dios mi cautivo
Y libre mi corazón;
Y causa en mí tal pasión
Ver a Dios mi prisionero,
Que muero porque no muero.

¡Ay, que larga es esta vida,
Qué duros estos destierros,
Esta cárcel y estos hierros
En que el alma esta metida!
Sólo esperar la salida
Me causa dolor tan fiero,
Que muero porque no muero.

iAy, que vida tan amarga
Do no se goza el Señor!
Porque si es dulce el amor,
No lo es la esperanza larga:
Quíteme Dios esta carga
Más pesada que el acero,
Que muero porque no muero.
>>

Sólo con la confianza
Vivo de que he de morir,
Porque muriendo el vivir
Me asegura mi esperanza.
Muerte do el vivir se alcanza,
No te tardes, que te espero,
Que muero porque no muero.

Mira que el amor es fuerte;
Vida, no me seas molesta,
Mira que sólo te resta,
Para ganarte, perderte;
Venga ya la dulce muerte,
Venga el morir muy ligero,
Que muero porque no muero.

Aquella vida de arriba,
Que es la vida verdadera,
Hasta que esta vida muera
No se goza estando viva.
Muerte, no seas esquiva;
Viva muriendo primero,
Que muero porque no muero.

Vida, ¿que puedo yo darle
A mi Dios que vive en mí,
Si no es perderte a ti
Para mejor a El gozarle?
Quiero muriendo alcanzarle,
Pues a El solo es al que quiero.
Que muero porque no muero.

 

Búscate en mí
(Santa Teresa de Jesús)

 

 

 

Alma, buscarte has en Mí,
Y a Mí buscarme has en ti.

De tal suerte pudo amor,
Alma, en Mí te retratar,
Que ningún sabio pintor
Supiera con tal primor
Tal imagen estampar.

Fuiste por amor criada
Hermosa, bella, y ansí
En mis entrañas pintada,
Si te pierdes, mi amada,
Alma, buscarte has en Mí.

Que Yo sé que te hallarás
En mi pecho retratada
Y tan al vivo sacada,
Que si te ves te holgarás
Viéndote tan bien pintada.

>>
Y si acaso no supieres
Donde me hallarás a Mí,
No andes de aquí para allí,
Sino, si hallarme quisieres
A Mí, buscarme has en ti.

Porque tú eres mi aposento,
Eres mi casa y morada,
Y ansí llamo en cualquier tiempo,
Si hallo en tu pensamiento
Estar la puerta cerrada.

Fuera de ti no hay buscarme,
Porque para hallarme a Mí,
Bastará solo llamarme,
Que a ti iré sin tardarme
Y a Mí buscarme has en ti.

 

Vuestra Soy
(Santa Teresa de Jesús)

 

 

 

Vuestra soy, para Vos nací,
¿Qué mandáis hacer de mí? 

Soberana Majestad,
Eterna sabiduría,
Bondad buena al alma mía,
Dios, alteza, un ser, bondad,
La gran vileza mirad
Que hoy os canta amor ansí.
¿Qué mandáis hacer de mí? 

Vuestra soy, pues me criastes;
Vuestra, pues me redimistes;
Vuestra, pues que me sufristes;
Vuestra, pues que me llamastes;

Vuestra, pues me conservastes;
Vuestra, pues no me perdí.
¿Qué mandáis hacer de mí?
¿Que mandáis, pues, buen Señor,
Que haga tan vil criado?
¿Cuál oficio le havéis dado
A este esclavo pecador?
Veisme aquí, mi dulce Amor,
Amor dulce, veisme aquí,
¿Qué mandáis hacer de mí?

Veis aquí mi corazón,
Yo le pongo en vuestra palma
Mi cuerpo, mi vida y alma,
Mis entrañas y afición;
Dulce Esposo y redención,
Pues por vuestra me ofrecí
¿Qué mandáis hacer de mí?

Dadme muerte, dadme vida:
Dad salud o enfermedad,
Honra o deshonra me dad,
Dadme guerra o paz cumplida,
Flaqueza o fuerza a mi vida,
Que a todo digo que sí.
¿Qué mandáis hacer de mí?

Dadme riqueza o pobreza,
Dadme consuelo o desconsuelo,
Dadme alegría o tristeza,
Dadme infierno o dadme cielo,
Vida dulce, sol sin velo,
Pues del todo me rendí.
¿Qué mandáis hacer de mí?  
>>

Si queréis, dadme oración,
Si no, dadme sequedad,
Si abundancia y devoción,
Y si no esterilidad.
Soberana Majestad,
Sólo hallo paz aquí.
¿Qué mandáis hacer de mí?

Dadme, pues, sabiduría,
O por amor ignorancia.
Dadme años de abundancia
O de hambre y carestía,
Dad tiniebla o claro día,
Revolvedme aquí o allí.
¿Qué mandáis hacer de mí?

Si queréis que este holgando,
Quiero por amor holgar,
Si me mandáis trabajar,
Morir quiero trabajando.
Decid, dónde, cómo y cuándo.
Decid, dulce Amor, decid.
¿Qué mandáis hacer de mí?

Dadme Calvario o Tabor,
Desierto o tierra abundosa,
Sea Job en el dolor,
O Juan que al pecho reposa;
Sea viña fructuosa
O estéril, si cumple ansí.
¿Qué mandáis hacer de mí?

Sea Josef puesto en cadenas
O de Egipto Adelantado,
O David sufriendo penas,
O ya David encumbrado.
Sea Jonás anegado,
O libertado de allí.
¿Qué mandáis hacer de mí?

Esté callando o hablando,
Haga fruto o no le haga,
Muéstreme la Ley mi llaga,
Goce de Evangelio blando,
Esté penando o gozando,
Sólo Vos en mí vivid.
¿Qué mandáis hacer de mí?

Vuestra soy, para Vos nací,
¿Qué mandáis hacer de mí?

 

Hermosura de Dios
(Santa Teresa de Jesús)

 

 

 

¡Oh, Hermosura que excedéis
 a todas las hermosuras!
 Sin herir dolor hacéis,
 Y sin dolor deshacéis
 El amor de las criaturas.
 
 ¡Oh, ñudo que así juntáis
 Dos cosas tan desiguales!
 No sé por qué os desatáis,
 Pues atado fuerza dais
 A tener por bien los males.
 
 Juntáis quien no tiene ser
 Con el Ser que no se acaba:
 Sin acabar acabáis,
 Sin tener que amar amáis,
 Engrandecéis vuestra nada.

 

Ayes del destierro
(Santa Teresa de Jesús)

 

 

 

¡Cuán triste es, Dios mío;
La vida sin ti!
Ansiosa de verte
Deseo morir.

Carrera muy larga
Es la de este suelo,
Morada penosa,
Muy duro destierro.
¡Oh dueño adorado,
Sácame de
aquí!
Ansiosa de verte
Deseo morir.

Lúgubre es la vida,
Amarga en estremo;
Que no vive el alma
Que está de ti lejos.
¡Oh dulce bien mío,
Que soy infeliz!
Ansiosa de verte
Deseo morir.

iOh muerte benigna,
Socorre mis penas!
Tus golpes son dulces,
Que el alma libertan.
iQue dicha, oh mi amado,
Estar junto a Ti!
Ansiosa de verte
Deseo morir.

El amor mundano
Apega a esta vida;
El amor divino
Por la otra suspira.
Sin ti, Dios eterno,
¿Quien puede vivir?
Ansiosa de verte
Deseo morir.

La vida terrena
Es continuo duelo;
Vida verdadera
La hay
sólo en el cielo.
Permite, Dios
mío,
Que viva yo
allí.
Ansiosa de verte
Deseo morir.

¿Quien es el que teme
La muerte del cuerpo,
Si con ella logra
Un placer inmenso?
¡Oh, , el de amarte,
Dios
mío, sin fin!
Ansiosa de verte
Deseo morir.
 
>>

Mi alma afligida
Gime y desfallece.
iAy!
¿Quien de su amado
Puede estar ausente?
Acabe ya, acabe
Aqueste sufrir.
Ansiosa de verte
Deseo morir.

El barbo cogido
En doloso anzuelo
Encuentra en la muerte
El fin del tormento.
iAy!,
también yo sufro,
Bien
mío, sin ti.
Y Ansiosa de verte
Deseo morir.

En vano mi alma
Te busca, ioh mi
dueño!;
Tu siempre invisible
No alivias su anhelo.
iAy!, esto la inflama
Hasta prorrumpir:
Ansiosa de verte
Deseo morir.

iAy!, cuando te dignas
Entrar en
pecho,
Dios
mío, al instante
El perderte temo.
Tal pena me aflige
Y me hace decir:
Ansiosa de verte
Deseo morir.

Haz, Señor, que acabe
Tan larga
agonía,
Socorre a
tu sierva
Que por ti suspira.
Rompe aquestos hierros
Y sea feliz.
Ansiosa de verte
Deseo morir.

Mas no, dueño amado,
Que es justo padezca;
Que
expíe mis yerros,
Mis culpas inmensas.
iAy!, logren mis
lágrimas
Te dignes
oír
Ansiosa de verte
Deseo morir.

 

 

Loas a la Cruz
(Santa Teresa de Jesús)

 

 

 

Cruz, descanso sabroso de mi vida,
Vos
seáis la bienvenida.

iOh bandera, en cuyo amparo
El
más flaco será fuerte!
iOh, vida de nuestra muerte,
Que bien la has resucitado!
AI
león has amansado,
Pues por ti
perdió la vida.
Vos
seáis la bienvenida.

Quien no os ama está cautivo
Y ajeno de libertad;
Quien a vos quiere allegar
No
tendrá en nada desvío.
iOh dichoso
poderío
Donde el mal no halla cabida!
Vos
seáis la bienvenida.

Vos fuisteis la libertad
De nuestro gran cautiverio;
Por vos se
reparó mi mal
Con tan costoso remedio,
Para con Dios fuiste medio
De
alegría conseguida.
Vos
seáis la bienvenida.

 

La Cruz
(Santa Teresa de Jesús)

 

 

 

En la cruz esta la vida
Y el consuelo,
Y ella
sola es el camino
Para el cielo.

En la cruz esta el Señor
De cielo y tierra
Y el gozar de mucha
paz,
Aunque haya guerra,
Todos los males destierra
En este suelo,
Y ella
sola es el camino
Para el cielo.

De la cruz dice la Esposa
A su Querido
Que es una palma preciosa
Donde ha subido,
Y su fruto le ha sabido
A Dios del cielo,
Y ella
sola es el camino
Para el cielo.

Es una oliva preciosa
La santa cruz,
Que con su aceite nos unta
Y nos da luz.
Toma, alma
mía, la cruz
Con gran consuelo,
Y ella
sola es el camino
Para el cielo.
 
>>

Es la cruz el árbol verde
Y deseado
De la Esposa que a su sombra
Se ha sentado
Para gozar de su Amado,
El Rey del cielo,
Y ella
sola es el camino
Para el cielo.

El alma que a Dios está
T
oda rendida,
Y muy de veras del mundo

Desasida
La cruz le es árbol de vida
Y de consuelo,
Y un camino deleitoso
Para el cielo.

Después que se puso en cruz
El Salvador,
En la cruz esta la gloria
Y el honor,
Y en el padecer dolor
Vida y consuelo,
Y el camino mas seguro
Para el cielo.

 

Nada te turbe
(Santa Teresa de Jesús)

Nada turbe,
Nada te espante,
todo se pasa,
Dios no se muda;
la paciencia
todo lo alcanza;
quien a Dios tiene
nada le falta:
Sólo Dios basta.

Eleva tu pensamiento,
al cielo sube,
por nada te acongojes,
nada te turbe.

A Jesucristo sigue
con pecho grande,
y, venga lo que venga,
nada te espante.

¿Ves la gloria del mundo?
Es gloria vana;
nada tiene de estable,
todo se pasa.

Aspira a lo celeste,
que siempre dura;
fiel y rico en promesas,
Dios no se muda.
>>

Ámala cual merece
bondad inmensa;
pero no hay amor fino
sin la paciencia.

Confianza y fe viva
mantenga el alma,
que quien cree y espera
todo lo alcanza.

Del infierno acosado
aunque se viere,
burlará sus furores
quien a Dios tiene.

Vénganle desamparos,
cruces, desgracias;
siendo Dios tu tesoro
nada te falta.

Id, pues, bienes del mundo;
id dichas vanas;
aunque todo lo pierda,
sólo Dios basta.

 

Una cruz sencilla
(León Felipe)

 

 

 

Hazme una cruz sencilla,
carpintero...
sin añadidos
ni ornamentos...
que se vean desnudos
los maderos,
desnudos
y decididamente rectos:
los brazos en abrazo hacia la tierra,
el astil disparándose a los cielos.
Que no haya un solo adorno
que distraiga este gesto:
este equilibrio humano
de los dos mandamientos...
sencilla, sencilla...
hazme una cruz sencilla, carpintero.

 

Yo pequé, mi Señor, 
y Tú padeces...
(Fray Diego de Hojeda)

 

 

 

Yo pequé mi Señor, y tú padeces;
yo los delitos hice y tú los pagas;
si yo los cometí, tú ¿qué mereces,
que así te ofenden con sangrientas llagas?
Mas voluntario, tú, mi Dios, te ofreces;
tú del amor del hombre te embriagas;
y así, porque le sirva de disculpa,
quieres llevar la pena de su culpa.

Pues en los miembros del Señor, desnudos
y ceñidos de gruesos cardenales,
se descargan de nuevo golpes crudos,
y heridas de nuevo desiguales:
multiplícanse látigos agudos
y de puntas armados naturales,
que rasgan y penetran vivamente
la carne hasta el hueso transparente.

Hierve la sangre y corre apresurada,
baña el cuerpo de Dios y tiñe el suelo,
y la tierra con ella consagrada
competir osa con el mismo cielo;
parte líquida está, parte cuajada,
y toda causa horror y da consuelo;
horror, viendo que sale desta suerte,
consuelo, porque Dios por mí la vierte.
>>

Añádense heridas a heridas,
y llagas sobre llagas se renuevan,
y las espaldas, con rigor molidas
más golpes sufren, más tormentos prueban;
las fuerzas de los fieros desmedidas
más se desmandan cuanto más se ceban;
y ni sangre de Dios les satisface,
ni ver a Dios callar miedo les hace.

Alzan los duros brazos incansables,
y el fuerte azote por el aire esgrimen,
y osados, más y más inexorables,
braman con furia, con braveza gimen:
rompen a Dios los miembros inculpables,
y en sus carnes los látigos imprimen,
y su sangre derraman, sangre dina
de ilustre honor y adoración divina.

 

 

Vivo sin vivir en mi
(San Juan de la Cruz)

 

 

 

Vivo sin vivir en mí,
y de tal manera espero,
que muero, porque no muero.

En mí yo no vivo ya,
y sin Dios vivir no puedo,
pues sin él, y sin mí quedo,
¿este vivir qué será?
mil muertes se me hará,
pues mi misma vida espero,
muriendo, porque no muero.

Esta vida, que yo vivo
es privación de vivir,
y así es continuo morir,
hasta que viva contigo:
oye mi Dios, lo que digo,
que esta vida no la quiero,
que muero, porque no muero.

Estando ausente de ti,
¿qué vida puedo tener,
sino muerte padecer,
la mayor que nunca vi?
lástima tengo de mí,
pues de fuerte persevero,
que muero, porque no muero.

El pez que del agua sale,
Aún de alivio no carece,
que la muerte que padece,
al fin la muerte le vale;
¿qué muerte habrá que se iguale
a mi vivir lastimero,
pues si más vivo, más muero?
>>

Cuando me empiezo aliviar
de verte en el Sacramento,
háceme más sentimiento,
el no te poder gozar:
todo es para más penar,
y mi mal es tan entero,
que muero, porque no muero.

Y si me gozo, Señor,
con esperanza de verte,
en ver que puedo perderte,
se me dobla mi dolor,
viviendo en tanto pavor,
y esperando, como espero,
me muero, porque no muero.

Sácame de aquesta muerte,
mi Dios, y dame la vida,
no me tengas impedida
en este lazo tan fuerte,
mira que muero por verte,
y de tal manera espero,
que muero, porque no muero.

Lloraré mi muerte ya,
y lamentaré mi vida,
en tanto, que detenida
por mis pecados está:
¡oh mi Dios, cuándo será,
cuando yo diga de vero
vivo ya, porque no muero!

 

¡Oh llama de Amor viva!
(San Juan de la Cruz)

 

 

 

Oh llama de amor viva,
que tiernamente hieres
de mi alma en el más profundo centro!
Pues ya no eres esquiva,
acaba ya si quieres,
rompe la tela deste dulce encuentro.

¡Oh cauterio suave!
¡Oh regalada llaga!
¡Oh mano blanda! ¡Oh toque delicado,
que a vida eterna sabe,
y toda deuda paga!
Matando, muerte en vida la has trocado. 
>>

¡Oh lámparas de fuego,
en cuyos resplandores
las profundas cavernas del sentido,
que estaba escuro y ciego,
con extraños primores
calor y luz dan junto a su querido!

¡Cuán manso y amoroso
recuerdas en mi seno,
donde secretamente solo moras!
Y en tu aspirar sabroso
de bien y gloria lleno
¡cuán delicadamente me enamoras!

 

Preguntas de Amor
(Fray Luis de León)

 

 

 

Si pan es lo que vemos, ¿cómo dura,
sin que comiendo dél se nos acabe?
Si Dios, ¿cómo en el gusto a pan nos sabe?
¿Cómo de sólo pan tiene figura?
Si pan, ¿cómo le adora la criatura?
Si Dios, ¿cómo en tan chico espacio cabe?
Si pan, ¿cómo por ciencia no sabe?
Si Dios, ¿cómo le come su hechura?
Si pan, ¿cómo nos harta siendo poco?
Si Dios, ¿cómo puede ser partido?
Si pan, ¿cómo en el alma hace tanto?
Si Dios, ¿cómo le miro y le toco?
Si pan, ¿cómo del cielo ha descendido?
Si Dios, ¿cómo no muero yo de espanto?

 

Pan de ángeles
(Fray Luis de León)

 

 

 

Comida celestial, pan cuyo gusto
es tan dulce, sabroso y tan suave,
que al bueno, humilde, santo, recto y justo,
a manjar celestial, como es, le sabe;
Justa condenación del hombre injusto
si come el pan de Dios se encierra y cabe;
el sumo Dios que en sí se da y oculta
diga el bien que de tanto bien resulta.

Pan de ángeles, Dios tan verdadero,
que, aunque se quiebra, se divide y parte,
está un inmenso Dios, trino y entero,
en cualquiera migaja y menor parte;
Agnus Dei, sincerísimo Cordero
que en pan al pecador gustas de darte;
pues eres todo Dios, el que es bastante,
de su deidad en sí cifrada cante.
>>

Eres, pues, Dios, de tu deidad tan digno
que no hay justo ni santo entre los santos
que no se juzgue y tenga por indigno
de bocado que da regalos tantos;
eres Pan para el bueno, tan benigno
que de tribulaciones y de llantos
le produces y das gloriosos bienes,
y para con el malo los detienes.

Eres, pan celestial, lo figurado
de aquel maná sabroso del desierto;
Tú lo vivo y aquello lo pintado,
aquello la figura y tú lo cierto;
eres, pan, tan glorioso y endiosado
que a decir tus grandezas yo no acierto:
las angélicas lenguas lo prosigan,
que faltas quedarán aunque más digan.

 


(Amado Nervo)

 

 

 

Señor, Señor, Tú antes, Tú después, Tú en la inmensa
hondura del vacío y en la hondura interior.
Tú en la aurora que canta y en la noche que piensa;
Tú en la flor de los cardos y en los cardos sin flor.

Tú en el cénit a un tiempo y en el nadir;
Tú en todas las transfiguraciones y en todo el padecer;
Tú en la capilla fúnebre, Tú en la noche de bodas;
¡Tú en el beso primero, Tú en el beso postrero!
>>

Tú en los ojos azules y en los ojos oscuros;
Tú en la frivolidad quinceañera y también
en las grandes ternezas de los años maduros;
Tú en la más negra sima, Tú en el más alto edén.

Si la ciencia engreida no te ve, yo te veo;
si sus labios te niegan, yo te proclamaré.
Por cada hombre que duda, mi alma grita: "Yo creo"
¡y con cada fe muerta, se agiganta mi fe!

 

SI Tú me dices ven...
(Amado Nervo)

 

 

 

Si tú me dices «¡ven!», lo dejo todo...
No volveré siquiera la mirada
para mirar a la mujer amada...
Pero dímelo fuerte, de tal modo

que tu voz, como toque de llamada,
vibre hasta el más íntimo recodo
del ser, levante el alma de su lodo
y hiera el corazón como una espada.

Si tú me dices «¡ven!», todo lo dejo.
Llegaré a tu santuario casi viejo,
y al fulgor de la luz crepuscular;
mas he de compensarte mi retardo,
difundiéndome ¡Oh Cristo! ¡como un nardo
de perfume sutil, ante tu altar!

 

Pues busco, debo encontrar
(Amado Nervo)

 

 

Pues busco, debo encontrar.
Pues llamo, débenme abrir.
Pues pido, me deben dar.
Pues amo, débenme amar.
Aquel que me hizo vivir.
¿Calla? Un día me hablará.
¿Me pone a prueba? Soy fiel.
¿Pasa? No lejos irá;
pues tiene alas mi alma , y va
volando detrás de Él.
Es poderoso, más no
podrá mi amor esquivar.
Invisible se volvió,
mas ojos de lince yo
tengo y le habré de mirar.
Alma, sigue hasta el final
en pos del Bien de los bienes.
y consuélate en tu mal
pensando como Pascal:
"¿Le buscas? ¡Es que le tienes!

 

Oh! Cristo
(Amado Nervo)

 

 

 

Ya no hay un dolor humano que no sea mi dolor;
ya ningunos ojos lloran, ya ningún alma se angustia
sin que yo me angustie y llore;
ya mi corazón es lámpara fiel de todas las vigilias,
¡oh Cristo!

En vano busco en los hondos escondrijos de mi ser
para encontrar algún odio: nadie puede herirme ya
sino de piedad y amor. Todos son yo, yo soy todos,
¡oh Cristo!

¡Qué importan males o bienes! Para mí todos son bienes.
El rosal no tiene espinas: para mí sólo da rosas.
¿Rosas de Pasión? ¡Qué importa! Rosas de celeste esencia,
purpúreas como la sangre que vertiste por nosotros,
¡oh Cristo!

 

A la muerte de Cristo
(Fray Pedro de Padilla)

 

 

 

En el árbol de la cruz
Estaba Cristo pendiente,
Y el cielo, el mar y la tierra
Cada cual su muerte siente.
Tiene su cuerpo sagrado
Hecho de sangre una fuente,
Con la cual fue redimida
La miseria y pobre gente.
Culpas ajenas pagaba
Aquel Cordero inocente,
Que fue por salvar al hombre
Hasta morir obediente.
En madero fue la ofensa
De nuestro primer pariente,
Y en madero la redime
El que es todo omnipotente.
Mirándole está su Madre
Y llorando amargamente,
Y el sagrado Evangelista,
Que también está presente.

Consolando el desconsuelo
De aquel dolor tan urgente,
Que vida en ninguno de ellos
Ni permite ni consiente.
La naturaleza humana
Fue al morir correspondiente,
Que puesto que allí Dios hombre
Con divino amor ardiente
Estuviese padeciendo
Por el hombre delincuente,
En cuanto hombre padecía,
Que en cuanto Dios no es paciente.
Por el divino costado
Tiene el corazón patente,
Y de allí sangre divina
Con soberana corriente
Sale lavando la culpa
De su siervo inobediente.
Y al tiempo que ya expiraba
Con el mortal accidente,
Los rayos del sol perdieron
Su lumbre resplandeciente.
Las piedras unas con otras
Combaten ásperamente;
Muriendo el Sol de justicia,
No quedó cosa viviente
Que no mostrase dolor
Lo sensible y que no siente,
Cesó la ley de Escritura
Celebrada antiguamente,
La de gracia comenzando
Tan suave y aplaciente.
Quedó el hombre desde allí
De nuevo convaleciente,
Capaz de merecer gloria
Si viviere justamente.

 

Yo para qué nací
(Fray Pedro de los Reyes)

 

 

 

Yo para qué nací? Para salvarme.
Que tengo de morir es infalible.
Dejar de ver a Dios y condenarme,
Triste cosa será, pero posible.
¿Posible? ¿Y río, y duermo, y quiero holgarme?
¿Posible? ¿Y tengo amor a lo visible?
¿Qué hago?, ¿en qué me ocupo?, ¿en qué me encanto?
Loco debo de ser, pues no soy santo.

 

Yo ¿cómo vine al mundo?
(Fray Pedro de los Reyes)

 

 

 

Yo ¿cómo vine al mundo? Condenado;
Dios ¿cómo me libró? Dando su vida;
Yo ¿cómo la perdí? Por un bocado,
Que fue del mundo todo el homicida.
Dios ¿qué me pide a mí? Lo que me ha dado;
Yo ¿qué le pido a él? La eterna vida;
Dios ¿para qué murió? Para librarme:
Yo para qué nací? Para salvarme.

De tierra soy, en tierra he de volverme;
Y a siete pies de tierra reducido,
Y una pobre mortaja en que envolverme,
Tendré del mundo el pago merecido;
No puedo deste paso defenderme,
Ni el César puede, ni el jayán temido;
¡Miseria general!, ¡caso terrible!
Que tengo de morir es infalible.

Allí de los amigos más amados,
Del alma tiernamente más queridos,
Los últimos abrazos regalados
Recibiré con llantos y gemidos
Allí seré el mayor de mis cuidados,
Los deleites y vicios cometidos,
Pues que puedo por ellos no salvarme
Dejar de ver a Dios y condenarme.

Pues ¿cómo de la enmienda y penitencia
Tan descuidado vivo en esta vida?
¿Cómo no limpio y curo la conciencia
Antes que llegue el fin desta partida?
Porque si llega, y falta diligencia,
El dar en el infierno una caída,
Hasta el centro profundo más horrible,
Triste cosa será, pero posible.
>>

Dispuesto con cuidado y prevenido
Conviene estar al tránsito forzoso;
Que si me coge desapercibido,
Tendré el castigo como perezoso;
¡Oh loco, torpe, necio, endurecido,
Falso, liviano, desleal, vicioso!
¿Qué puede ser venir a condenarme
Posible? ¿Y río, y duermo y quiero holgarme?

En este paso mil exclamaciones,
Con lágrimas, sollozos y alaridos,
Harán, sin dar alivio a mis pasiones,
Padres, hermanos, deudos, conocidos.
¡Qué ansias, qué congojas, qué aflicciones
Turbarán mis potencias y sentidos!
¿Esto tengo de ver?, ¿esto es posible?
¿Posible? ¿Y tengo amor a lo visible?

Agonizando para dar la vida,
El cuerno flaco con la amarga muerte,
El alma triste teme la partida,
El divorcio preciso y dura suerte;
Amargo cáliz, de mortal bebida,
Que en pena eterna o gloria se convierte,
¿Cómo de la virtud me olvido tanto?
¿Qué hago?, ¿en qué me ocupo?, ¿en qué me encanto?

Allí me asombrará la cuenta larga,
Las visiones horrendas infernales,
La memoria terrible, tan amarga,
Del fallo que condena, y otros males.
Pues ¿cómo ¡oh ciego! con tan grande carga
De angustias y tormentos desiguales,
No tiemblo, no me enmiendo, no me espanto?
Loco debo de ser, pues no soy santo.

 

La Dolorosa
(José María Pemán)

 

 

 

Estaba la dolorosa
junto al leño de la cruz
¡que alta palabra de luz!
qué manera tan graciosa
de enseñarnos la preciosa
lección de callar doliente.
Tronaba el cielo rugiente,
la tierra se estremecía.
Bramaba el agua... María
estaba, sencillamente.

 

Dame Señor
(Santo Tomás Moro)

 

 

 

Dame, Señor, un poco de sol,
algo de trabajo y un poco de alegría.

Dame el pan de cada día, un poco de mantequilla, una buena digestión y algo para digerir.

Dame una manera de ser que ignore el aburrimiento, los lamentos y los suspiros.

No permitas que me preocupe demasiado
por esta cosa embarazosa que soy yo.

Dame, Señor, la dosis de humor suficiente
como para encontrar la felicidad en esta vida
y ser provechoso para los demás.

Que siempre haya en mis labios una canción,
una poesía o una historia para distraerme.

Enséñame a comprender los sufrimientos
y a no ver en ellos una maldición.

Concédeme tener buen sentido,
pues tengo mucha necesidad de él.

Señor, concédeme la gracia,
en este momento supremo de miedo y angustia,
de recurrir al gran miedo
y a la asombrosa angustia
que tú experimentaste en el Monte de los Olivos
antes de tu pasión.
>>

Haz que a fuerza de meditar tu agonía,
reciba el consuelo espiritual necesario
para provecho de mi alma.

Concédeme, Señor, un espíritu abandonado, sosegado, apacible, caritativo, benévolo, dulce y compasivo.

Que en todas mis acciones, palabras y pensamientos experimente el gusto de tu Espíritu santo y bendito.

Dame, Señor, una fe plena,
una esperanza firme y una ardiente caridad.

Que yo no ame a nadie contra tu voluntad,
sino a todas las cosas en función de tu querer.

Rodéame de tu amor y de tu favor.

 

Cuantas veces Señor me habéis llamado
(Lope de Vega)

 

 

 

¡Cuántas veces, Señor, me habéis llamado,
y cuántas con vergüenza he respondido,
desnudo como Adán, aunque vestido
de las hojas del árbol del pecado!

Seguí mil veces vuestro pie sagrado,
fácil de asir, en una cruz asido,
y atrás volví otras tantas, atrevido,
al mismo precio que me habéis comprado

Besos de paz Os di para ofenderos,
pero si, fugitivos de su dueño,
hierran, cuando los hallan, los esclavos,

hoy me vuelvo con lágrimas a veros:
clavadme vos a vos en vuestro leño
y tendreisme seguro con tres clavos.

 

¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?
(Lope de Vega)

 

 

 

¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?
¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,
que a mi puerta, cubierto de rocío,
pasas las noches del invierno oscuras?

¡Oh, cuánto fueron mis entrañas duras,
pues no te abrí! ¡Qué extraño desvarío,
si de mi ingratitud el hielo frío
secó las llagas de tus plantas puras!

¡Cuántas veces el Ángel me decia:
"Alma, asómate ahora a la ventana,
verás con cuánto amor llamar porfía"!

¡Y cuántas, hermosura soberana,
"Mañana le abriremos", respondía,
para lo mismo responder mañana!

 

Blanca como un cirio
(Jacinto Verdaguer)

 

 

Blanca como un cirio,
pura como un lirio,
la Virgen divina
al templo camina,
llevando en sus brazos cual rayo de luz
al niño Jesús.
Cuando Simeón
ve a Cristo en Sión
le toma y le mira,
y canta y suspira.
María: ¡qué espada de pena y dolor
herirá tu amor!
La Virgen María,
después de aquel día,
miraba a Jesús,
entre dos ladrones, clavado en la cruz.

 

Llamaron a mi corazón
(Jacinto Verdaguer)

 

 

 

A mi corazón llamaron:
corrí a abrir con vida y alma.
Veo en la puerta a mi Amor
con una cruz que me espanta.
-Pasad, si os place, Señor,
pasad, que ésta es vuestra casa;
si sólo una choza es,
haced de ella vuestro alcázar.
Y, haciendo mi noche día,
Jesús entró en mi morada;
pero al entrar en mi pecho
dejó la cruz en mi espalda.

 

Eucaristía
(Por Emma-Margarita R. A.-Valdés)

 

 

 

¡Qué milagro se ofrece cada día
ante la humanidad indiferente!,
todo un Dios, infinito, omnipotente,
da su cuerpo, cosecha de agonía.

Nos espera en amante cercanía
como agua, vino y pan, limpio torrente,
zumo añejo de paz, viva simiente,
alimentos de célica alegría.

¡Qué humildad!, en el fruto consagrado
está Dios, el espíritu inmortal,
en silencioso amor esclavizado.

Olvidó su dolor, nuestro pecado,
nos ofrece su reino celestial,
y le dejamos solo, abandonado.

 



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