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Oraciones a  la Santísima Virgen María
Primer Sagrario del mundo
(Madre de Dios y Madre nuestra)

 
Índice de esta sección
Ave-María
Salve
Acordaos
Bendita sea tu Pureza
Bajo tu amparo
Ofrecimiento
Oración a María Madre 
de la Eucaristía
Consagración a María Madre de la Eucaristía
Consagración del mundo 
a la Virgen María
15 minutos en compañía 
del Corazón Inmaculado 
de María
Las tres avemarías
Consagración al Inmaculado Corazón 
de María

 

 
Índice de esta sección
Acto de reparación al Inmaculado Corazón 
de María
Visita al Inmaculado 
Corazón de María
Al Inmaculado Corazón de María (Para pedir un favor)
Oración de San Alfonso 
María de Ligorio
Oración de San Bernardo
Oración de San Anselmo
Oración a Santa María
Ante as tentaciones
Memorare
Para ser buen cristiano
Santo Rosario

 


 

Ave-María

 

Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo. Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

Santa María, Madre de Dios*, ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

*(Se puede añadir "y Madre nuestra")


 

Salve

 

Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra; Dios te salve. A Ti llamamos los desterrados hijos de Eva; a Ti suspiramos, gimiendo y llorando, en este valle de lágrimas. Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos; y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce siempre Virgen María!

V.Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios.
R.Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.

Oración
Omnipotente y sempiterno Dios, que con la cooperación del Espíritu Santo, preparaste el cuerpo y el alma de la gloriosa Virgen y Madre María para que fuese merecedora de ser digna morada de tu Hijo; concédenos que, pues celebramos con alegría su conmemoración, por su piadosa intercesión seamos liberados de los males presentes y de la muerte eterna. Por el mismo Cristo nuestro Señor.

R.Amén.

 


 

Acordaos

 

Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestra asistencia y reclamando vuestro socorro, haya sido abandonado de Vos. Animado por esta confianza, a Vos también acudo, oh Madre, Virgen de las vírgenes, y gimiendo bajo el peso de mis pecados me atrevo a comparecer ante vuestra presencia. Oh madre de Dios, no desoigas mis súplicas, antes bien, dignaos a escucharlas y atenderlas favorablemente Virgen gloriosa y bendita. Amén.


 

Bendita sea tu Pureza

 

Bendita sea tu pureza y eternamente lo sea, pues todo un Dios se recrea, en tan graciosa belleza. A Ti celestial princesa, Virgen Sagrada María, te ofrezco en este día, alma vida y corazón. Mírame con compasión, no me dejes, Madre mía hasta morir en tu amor, hermosísima María. Amén.


 

Bajo tu amparo

 

Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios, no desprecies nuestras súplicas en las necesidades, antes bien líbranos de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita. Amén.


 

Ofrecimiento a la Santísima Virgen

 

¡Oh Señora mía! ¡Oh Madre mía! Yo me entrego del todo a Vos y en prueba de mi filial afecto os consagro en este día, mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón; en una palabra, todo mi ser. Ya que soy todo vuestro Oh Madre de bondad, guardadme y defendedme como cosa y posesión vuestra. Amén.


 

Oración a María Madre de la Eucaristía

 

Ave María, dulce Madre de la Eucaristía.
Con dolor y mucho amor, nos has dado
a tu Hijo Jesús mientras pendía de la Cruz.
Nosotros, débiles criaturas, nos aferramos a Ti
para ser hijos dignos de este
gran AMOR y DOLOR.
Ayúdanos a ser humildes y sencillos,
ayúdanos a amar a todos los hombres,
ayúdanos a vivir en la gracia
estando siempre listos para recibir
a Jesús en nuestro corazón.
Oh María, Madre de la Eucaristía,
nosotros, por cuenta propia, no podremos comprender
este gran misterio de amor.
Que obtengamos la luz del Espíritu Santo,
para que así podamos comprender
aunque sea por un solo instante,
todo el infinito amor de tu Jesús
que se entrega a Sí mismo por nosotros.
AMEN


 

Consagración a María Madre de la Eucaristía

 

Dios mío,
Yo creo que eres Uno en naturaleza, Igual en divinidad.
Tres Personas, presentes en la Eucaristía.
Ante Tí, Dios Uno y Trino, me postro en adoración
y Te reconozco como mi Creador, Redentor, Santificador.
Yo, pequeña y débil criatura,
elevada por Tu Gracia a la dignidad de ser hijo(a) Tuyo(a),
deseo vivir las enseñanzas del Evangelio,
ser un miembro dócil de la Iglesia,
aceptar los mensajes
que nos has enviado a través de la Madre de la Eucaristía.
Padre mío,
necesito Tu amor
para dar significado, dirección y propósito a mi vida,
nada puedo hacer sin Tí
al volverme hijo(a) Tuyo(a).
Jesús, dulce Maestro,
deseo conocerte y amarte más y más,
alimenta, sostiene y fortalece
mi vida con la Eucaristía,
pan de Dios, el pan de vida, pan vivo bajado del Cielo.
Espíritu Santo,
dame Tu luz
para que pueda comprender, aunque sea por un instante,
todo el infinito amor de la Santísima Trinidad
que se me da en la Eucaristía.
Oh Dios, Uno y Trino,
me consagro a Tí por medio de María,
Madre de la Eucaristía.
Me comprometo, tanto como sea posible,
a asistir diariamente a la Santa Misa
y a recibirte en mi corazón.
Creo que estás en verdad presente
en los Sagrarios de las iglesias,
donde deseo ir a alabarte, a adorarte
y hacerte compañía.
Madre de la Eucaristía,
Tú quien nos has dado a tu hijo Jesús,
con dolor y tanto amor,
mientras pendía de la Cruz,
ayúdame a vivir en la gracia para siempre estar listo
para recibir a Jesús en mi corazón.
Amén.


 

Consagración del mundo a la Virgen María 

 

1) "¡Mujer, ahí tienes a tu hijo!" (Jn 19, 26).

Mientras se acerca el final de este Año Jubilar,
en el que tú, Madre, nos ha ofrecido de nuevo a Jesús,
el fruto bendito de tu purísimo vientre,
el Verbo hecho carne, el Redentor del mundo,
resuena con especial dulzura para nosotros esta palabra suya
que nos conduce hacia ti, al hacerte Madre nuestra:

"¡Mujer, ahí tienes a tu hijo!".

Al encomendarte al Apóstol Juan,
y con él a los hijos de la Iglesia,
más aún a todos los hombres,
Cristo no atenuaba, sino que confirmaba,
su papel exclusivo como Salvador del mundo.

Tú eres esplendor que no ensombrece la luz de Cristo,
porque vives en Él y para Él.
Todo en ti es "fiat": Tú eres la Inmaculada,
eres transparencia y plenitud de gracia.
Aquí estamos, pues, tus hijos, reunidos en torno a ti
en el alba del nuevo Milenio.

Hoy la Iglesia, con la voz del Sucesor de Pedro,
a la que se unen tantos Pastores
provenientes de todas las partes del mundo,
busca amparo bajo tu materna protección
e implora confiada tu intercesión
ante los desafíos ocultos del futuro.

2. Son muchos los que, en este año de gracia,
han vivido y están viviendo
la alegría desbordante de la misericordia
que el Padre nos ha dado en Cristo.

En las Iglesias particulares esparcidas por el mundo
y, aún más, en este centro del cristianismo,
muchas clases de personas
han acogido este don.
Aquí ha vibrado el entusiasmo de los jóvenes,
aquí se ha elevado la súplica de los enfermos.
Por aquí han pasado sacerdotes y religiosos,
artistas y periodistas,
hombres del trabajo y de la ciencia,
niños y adultos,
y todos ellos han reconocido en tu amado Hijo
al Verbo de Dios, encarnado en tu seno.

Haz, Madre, con tu intercesión,
que los frutos de este Año no se disipen,
y que las semillas de gracia se desarrollen
hasta alcanzar plenamente la santidad,
a la que todos estamos llamados.

3. Hoy queremos confiarte el futuro que nos espera,
rogándote que nos acompañes en nuestro camino.
Somos hombres y mujeres de una época extraordinaria,
tan apasionante como rica de contradicciones.
La humanidad posee hoy instrumentos de potencia inaudita.
Puede hacer de este mundo un jardín
o reducirlo a un cúmulo de escombros.
Ha logrado una extraordinaria capacidad de intervenir
en las fuentes mismas de la vida:

Puede usarlas para el bien,
dentro del marco de la ley moral,
o ceder al orgullo miope
de una ciencia que no acepta límites,
llegando incluso a pisotear
el respeto debido a cada ser humano.

Hoy, como nunca en el pasado,
la humanidad está en una encrucijada.
Y, una vez más, la salvación está sólo y enteramente,
oh Virgen Santa, en tu hijo Jesús.

4. Por esto, Madre, como el Apóstol Juan,
nosotros queremos acogerte en nuestra casa (cf. Jn 19, 27),
para aprender de ti a ser como tu Hijo.

"¡Mujer, aquí tienes a tus hijos!"
Estamos aquí, ante ti,
para confiar a tus cuidados maternos
a nosotros mismos, a la Iglesia y al mundo entero.
Ruega por nosotros a tu querido Hijo,
para que nos dé con abundancia el Espíritu Santo,
el Espíritu de verdad que es fuente de vida.
Acógelo por nosotros y con nosotros,
como en la primera comunidad de Jerusalén,
reunida en torno a ti el día de Pentecostés (cf. Hch 1, 14).

Que el Espíritu abra los corazones a la justicia y al amor,
guíe a las personas y las naciones
hacia una comprensión recíproca
y hacia un firme deseo de paz.

Te encomendamos a todos los hombres,
comenzando por los más débiles:
a los niños que aún no han visto la luz
y a los que han nacido en medio de la pobreza y el sufrimiento;
a los jóvenes en busca de sentido,
a las personas que no tienen trabajo
y a las que padecen hambre o enfermedad.
Te encomendamos a las familias rotas,
a los ancianos que carecen de asistencia
y a cuantos están solos y sin esperanza.

5. Oh Madre, que conoces los sufrimientos
y las esperanzas de la Iglesia y del mundo,
ayuda a tus hijos en las pruebas cotidianas
que la vida reserva a cada uno
y haz que, por el esfuerzo de todos,
las tinieblas no prevalezcan sobre la luz.

A ti, aurora de la salvación, confiamos
nuestro camino en el nuevo Milenio,
para que bajo tu guía
todos los hombres descubran a Cristo,
luz del mundo y único Salvador,
que reina con el Padre y el Espíritu Santo
por los siglos de los siglos. Amén.

S.S. Juan Pablo II


 

15 minutos en compañía 
del Inmaculado Corazón de María 

 

Oración previa:
¡Oh Corazón Inmaculado de María, generoso y magnánimo como de Reina, amoroso y compasivo como de Madre!: oíd los suspiros del último de vuestros hijos que confiado acude a depositar en Vos los sentimientos y aspiraciones de su alma.

I. Gracias, Corazón bondadosísimo. Vos sois manantial de las divinas bendiciones; de Vos he recibido favores sin número. ¡Y cuántas veces, sin darme cuenta de ello!

Cuando Jesús me redimía en el Calvario, allí estabais Vos, juntando vuestra compasión a sus dolores, y vuestras lágrimas al torrente de su sangre redentora.

Tengo mis delicias junto al sagrario en la Santa Eucaristía; mas ese pan de ángeles es fruto regalado de vuestra sangre y vuestro amor.

¡Oh Corazón dulcísimo de mi Madre!, Vos sois el canal señalado por Dios mismo para distribuir todas sus gracias a los hombres. De Vos recibí aquella inspiración..., aquella fuerza para vencer..., aquel consuelo en mi aflicción.

De vos me vino aquella luz que me mostró el abismo a que corría..., aquella gracia que me movió a dolor de mis pecados... Aquel peligro conjurado..., aquella salud recobrada.., me vinieron de Vos. ¡No tienen número vuestros favores!. ¡Gracias, Corazón dulcísimo, gracias!

 

II. Y Vos, Corazón compasivo, ¿qué habéis recibido de mi? ¡Oh!, lo sabéis Vos, y yo también lo sé, para confusión mía.

A vuestro amor y ternura he respondido con fría ingratitud. Esa espada que os atraviesa de parte a parte, ¡oh Corazón de María!, os la he clavado yo, hijo ingrato...; y no una, sino muchas veces.

Aquellas miradas..., aquellos sentimientos..., aquellas intenciones inconfesables..., aquella soberbia oculta..., aquella sensualidad..., aquel escándalo.. Que os hubiese ofendido otro menos favorecido de vuestro amor, sería tolerable; pero que os haya disgustado yo, después de pruebas tan elocuentes y repetidas de vuestro amor... ¡Oh Corazón Santísimo de María!, yo me confundo y arrepiento; yo os pagaré amor con amor..., yo arrancaré la espada cruel que os atormenta.

 

III. ¡Reparación, reparación! Si, os la quiero ofrecer siempre. ¡Os amo tanto! ¡Me duelen tan de veras la ingratitud y las continuas ofensas con que los hombres corresponden a vuestro amor!

¡Oh Corazón dulcisímo de María!, la espada cruel que os atraviesa nos habla de la pasión y muerte de Jesús y de los pecados de los hombres que os colman de amargura; pero desde hoy yo he de consolaros. Bendecid mis resoluciones. Yo amaré siempre a Jesús, para que no se pierda en mi el fruto de su sangre...; yo os prometo morir antes que pecar, porque no quiero renovar vuestros dolores...; yo pensaré en Vos, por los que os olvidan...; os alabaré por los que os blasfeman; yo os amaré con todas las fuerzas de mi alma...

Por vuestro amor, ¡oh Corazón Inmaculado!, me apartaré de aquella ocasión..., mortificaré mis sentidos...; haré que mis ojos, mis oídos, mi lengua, mis manos..., imiten vuestros ejemplos de modestia, de caridad, de servicialidad...

¡Oh Corazón de mi Madre!, para reparar las injurias que los hombres os hacen, me impondré entre día algunos pequeños sacrificios..., os ofreceré diariamente el rezo del Santo Rosario..., os consagraré los primeros sábados de mes, comulgando fervorosamente en honor vuestro...

 

IV. Y tengo que pediros nuevos favores, ¡oh Corazón dulcísimo! Os lo expongo con plenísima confianza de obtenerlos, si convienen a mi eterna salvación. ¿No dijo vuestro Jesús: "Pídeme por el Corazón de mi Madre, y alcanzarás cuanto deseas"? Pues concededme que no vuelva a caer en el pecado...; que os ame en todos los instantes de mi vida...; que al acabarse este destierro, me llevéis a gozar de vuestras ternuras en el cielo...

Corazón dulcísimo de María, Vos me habéis de salvar...; yo recojo vuestra regaladísima promesa de asistir en la hora de la muerte con las gracias necesarias para salvarse a cuantos hayan comulgado cinco primeros sábados de mes seguidos. Yo os daré ese consuelo, y confío en vuestra bondad y ternura.

Y ahora, ¡oh Corazón Inmaculado!, Vos conocéis mi debilidad...; dadme fuerza para vencer aquella dificultad...; para cortar con tal ocasión... Alcanzadme esa virtud que Jesús me pide hace tanto tiempo... Y el asunto que llevo entre manos.., y la preocupación que conocéis..., arregladlo todo para mayor gloria de Dios.

Os pido por mis padres, hermanos, amigos (por aquel especialmente que anda alejado de Dios)..., por la conversión de todos los pecadores, por la perseverancia de los justos, por el alivio de mis queridos difuntos..., por los sacerdotes, para que sean santos, por los misioneros...

Corazón bondadosísimo, dadme Vos mismo las gracias que sabéis serme necesarias...

V. Despedida. ¡Qué dulce es, María, gozar de tu amor! ¡Qué hermoso y qué tierno tu gran Corazón! ¡Y qué bien se está a vuestro lado! Pero tengo que irme: me llaman mis obligaciones. ¡Corazón amantísimo de mi Madre! Me voy, pero quiero dejar mi corazón aquí a vuestro lado, encerrado en vuestro seno amoroso... A lo largo del día volverán a Vos mi recuerdo y los afectos de mi alma... Cuanto antes pueda volveré con algún pequeño obsequio practicado en vuestro honor, con algún pequeño sacrificio amorosamente aceptado en reparación de las injurias que se os hacen.

¡Oh Corazón de mi tierna Madre, adiós! Haced que sienta durante el día vuestra protección y vuestro amor. Ahora, recibid todo entero el del último de vuestros hijos... ¡Adiós!

 


 

Las tres avemarías

 

Oh Madre de Dios y Madre de todas las gracias: por las muchísimas que te concedió la Santísima Trinidad, y particularmente por tu poder, sabiduría y ardiente caridad, te suplico nos concedas a nosotros participar de estas gracias, como participan los hijos de los bienes de sus padres, y especialmente nos concedas la gracia que te pedimos en esta novena honrando en ti al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Amén.

(Hacer aquí la petición).
1

Oh Virgen poderosísima: así como Dios Padre, en su munificencia omnipotente, levantó tu alma sobre un trono de gloria sin igual, hasta el punto de que, después de él, eres la más poderosa en el cielo y en la tierra, así también te suplico que me asistas en la hora de la muerte, para fortificarme y rechazar de mí toda potestad enemiga.

Avemaría.

2

Oh Virgen sapientísima: así como el Hijo de Dios, conforme a los tesoros de su sabiduría, te adornó y llenó maravillosamente de ciencia y entendimiento, de tal modo que gozas del conocimiento de la Santísima Trinidad más que todos los santos juntos, y como sol brillante, con la claridad de que te ha embellecido, adornas todo el cielo, así también te ruego me asistas en la hora de la muerte, para llenar mi alma de las luces de la fe y de la verdadera sabiduría, para que no la oscurezcan las tinieblas de la ignorancia y del error.

Avemaría.

 

3

Oh Virgen amantísima: así como el Espíritu Santo te llenó por completo de las dulzuras de su amor y te hizo tan amable y tan amante que, después de Dios, eres la más dulce y la más misericordiosa, así también te ruego me asistas en la hora de la muerte, llenando mi alma de tal suavidad de amor divino, que toda pena y amargura de muerte se cambie para mí en delicias.

Avemaría.

 

Nota: Pueden encontrar el origen de esta devoción pinchando aquí 
Fuente: "devocionario.com"


 

Consagración al Inmaculado Corazón de María 
(Papa Pío XII)

 

¡Oh Reina del Santísimo Rosario, auxilio de los cristianos, refugio del género humano, vencedora de todas las batallas de Dios! Ante vuestro Trono nos postramos suplicantes, seguros de impetrar misericordia y de alcanzar gracia y oportuno auxilio y defensa en las presentes calamidades, no por nuestros méritos, de los que no presumimos, sino únicamente por la inmensa bondad de vuestro maternal Corazón.

En esta hora trágica de la historia humana, a Vos, a vuestro Inmaculado Corazón, nos entregamos y nos consagramos, no sólo en unión con la Santa Iglesia, cuerpo místico de vuestro Hijo Jesús, que sufre y sangra en tantas partes y de tantos modos atribulada, sino también con todo el Mundo dilacerado por atroces discordias, abrasado en un incendio de odio, víctima de sus propias iniquidades.

Que os conmuevan tantas ruinas materiales y morales, tantos dolores, tantas angustias de padres y madres, de esposos, de hermanos, de niños inocentes; tantas vidas cortadas en flor, tantos cuerpos despedazados en la horrenda carnicería, tantas almas torturadas y agonizantes, tantas en peligro de perderse eternamente.

 

Vos, oh Madre de misericordia, impetradnos de Dios la paz; y, ante todo, las gracias que pueden convertir en un momento los humanos corazones, las gracias que preparan, concilian y aseguran la paz. Reina de la paz, rogad por nosotros y dad al mundo en guerra la paz por que suspiran los pueblos, la paz en la verdad, en la justicia, en la caridad de Cristo. Dadle la paz de las armas y la paz de las almas, para que en la tranquilidad del orden se dilate el reino de Dios.

Conceded vuestra protección a los infieles y a cuantos yacen aún en las sombras de la muerte; concédeles la paz y haced que brille para ellos el sol de la verdad y puedan repetir con nosotros ante el único Salvador del mundo: Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad.

Dad la paz a los pueblos separados por el error o la discordia, especialmente a aquellos que os profesan singular devoción y en los cuales no había casa donde no se hallase honrada vuestra venerada imagen (hoy quizá oculta y retirada para mejores tiempos), y haced que retornen al único redil de Cristo bajo el único verdadero Pastor.

Obtened paz y libertad completa para la Iglesia Santa de Dios; contened el diluvio inundante del neopaganismo, fomentad en los fieles el amor a la pureza, la práctica de la vida cristiana y del celo apostólico, a fin de que aumente en méritos y en número el pueblo de los que sirven a Dios.

Finalmente, así como fueron consagrados al Corazón de vuestro Hijo Jesús la Iglesia y todo el género humano, para que, puestas en El todas las esperanzas, fuese para ellos señal y prenda de victoria y de salvación; de igual manera, oh Madre nuestra y Reina del Mundo, también nos consagramos para siempre a Vos, a vuestro Inmaculado Corazón, para que vuestro amor y patrocinio aceleren el triunfo del Reino de Dios, y todas las gentes, pacificadas entre sí y con Dios, os proclamen bienaventurada y entonen con Vos, de un extremo a Otro de la tierra, el eterno Magníficat de gloria, de amor, de reconocimiento al Corazón de Jesús, en sólo el cual pueden hallar la Verdad, la Vida y la Paz.

 


 

Acto de reparación 
al Inmaculado Corazón de María 

 

¡Oh Inmaculado Corazón de María, traspasado de dolor por las injurias con que los pecadores ultrajan vuestro Santísimo nombre y vuestras excelsas prerrogativas! Aquí tenéis, postrado a vuestros pies, un indigno hijo vuestro que, agobiado por el peso de sus propias culpas, viene arrepentido y lloroso, y con ánimo de resarcir las injurias que, a modo de penetrantes flechas, dirigen contra Vos hombres insolentes y malvados. Deseo reparar, con este acto de amor y rendimiento que hago delante de vuestro amantísimo Corazón, todas las blasfemias que se lanzan contra vuestro augusto nombre, todos los agravios que se infieren a vuestras excelsas prerrogativas y todas las ingratitudes con que los hombres corresponden a vuestro maternal amor e inagotable misericordia.

Aceptad, ¡oh Corazón Inmaculado!, esta pequeña demostración de mi filial cariño y justo reconocimiento, junto con el firme propósito que hago de seros fiel en adelante, de salir por vuestra honra cuando la vea ultrajada y de propagar vuestro culto y vuestras glorias. Concededme, ¡oh Corazón amabilísimo!, que viva y crezca incesantemente en vuestro santo amor, hasta verlo consumado en la gloria. Amén.

Rezar tres Avemarías en honra del poder, sabiduría y misericordia del Inmaculado Corazón de María, menospreciado por los hombres. Terminar con las siguientes jaculatorias:

¡Oh Corazón Inmaculado de María, compadeceos de nosotros!

Refugio de pecadores, rogad por nosotros.

¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!

Avemaría, padrenuestro y gloria por las intenciones del Papa.

 

 


 

Visita al Inmaculado Corazón de María 

 

¡Oh Corazón de María, Madre de Dios y Madre nuestra; Corazón amabilísimo, objeto de las complacencias de la adorable Trinidad y digno de toda la veneración y ternura de los Angeles y de los hombres; Corazón el más semejante al de Jesús, del cual sois la más perfecta imagen; Corazón lleno de bondad y que tanto os compadecéis de nuestras miserias, dignaos derretir el hielo de nuestros corazones, y haced que vuelvan a conformarse con el Corazón del Divino Salvador. Infundid en ellas el amor de vuestras virtudes; inflamadlos con aquel dichoso fuego en que Vos estáis ardiendo sin cesar. Encerrad en vuestro seno la santa Iglesia; custodiadla, sed siempre su dulce asilo y su inexpugnable torre contra toda incursión de sus enemigos. Sed nuestro camino para dirigirnos a Jesús, y el conducto por el cual recibamos todas las gracias necesarias para nuestra salvación. Sed nuestro socorro en las necesidades, nuestra fortaleza en las tentaciones, nuestro refugio en las persecuciones, nuestra ayuda en todos los peligros; pero especialmente en los últimos combates de nuestra vida, a la hora de la muerte, cuando todo el infierno se desencadenará contra nosotros para arrebatar nuestras almas, en aquel formidable momento, en aquel punto terrible del cual depende nuestra eternidad. ¡Ah! Virgen piadosísima, hacednos sentir entonces la dulzura de vuestro maternal Corazón, y la fuerza de vuestro poder para con el de Jesús, abriéndonos en la misma fuente de la misericordia un refugio seguro, en donde podamos reunirnos para bendecirle con Vos en el paraíso por todos los siglos. Amén.

Jaculatoria. Sea por siempre y en todas partes conocido, alabado, bendecido, amado, servido y glorificado el divinísimo Corazón de Jesús y el Inmaculado Corazón de María. Así sea.


 

Al Inmaculado Corazón de María 
(Para pedir un favor)

 

¡Corazón inmaculado de María!, desbordante de amor a Dios y a la humanidad,
y de compasión por los pecadores, me consagro enteramente a ti. Te confío la salvación de mi alma.

Que mi corazón esté siempre unido al tuyo, para que me separe del pecado,
ame mas a Dios y al prójimo y alcance la vida eterna juntamente con aquellos que amo.

Medianera de todas las gracias, y Madre de misericordia, recuerda el tesoro infinito que tu divino Hijo ha merecido con sus sufrimientos y que nos confió a nosotros sus hijos.

Llenos de confianza en tu maternal corazón, que venero y amo, acudo a ti en mis apremiantes necesidades. Por los méritos de tu amable e inmaculado Corazón y por amor al Sagrado Corazón de Jesús, obténme la gracia que pido (mencionar aquí el favor que se desea)

Madre amadísima, si lo que pido no fuere conforme a la voluntad de Dios,
intercede para que se conceda lo que sea para la mayor gloria de Dios y el bien de mi alma. Que yo experimente la bondad maternal de tu corazón
y el poder su pureza intercediendo ante Jesús ahora en mi vida y en la hora de mi muerte. Amén.

Corazón de María, perfecta imagen del corazón de Jesús, haced que nuestros corazones sean semejantes a los vuestros. Amén.

 


 

Oración de San Alfonso María de Ligorio

 

Virgen Santísima Inmaculada y Madre mía María, a Vos, que sois la Madre de mi Señor, la Reina del mundo, la abogada, la esperanza, el refugio de los pecadores, acudo en este día yo, que soy el más miserable de todos. Os venero, ¡oh gran Reina!, y os doy las gracias por todos los favores que hasta ahora me habéis hecho, especialmente por haberme librado del infierno, que tantas veces he merecido. Os amo, Señora amabilísima, y por el amor que os tengo prometo serviros siempre y hacer cuanto pueda para que también seáis amada de los demás. Pongo en vuestras manos toda mi esperanza, toda mi salvación; admitidme por siervo vuestro, y acogedme bajo vuestro manto, Vos, ¡oh Madre de misericordia! Y ya que sois tan poderosa ante Dios, libradme de todas las tentaciones o bien alcanzadme fuerzas para vencerlas hasta la muerte. Os pido un verdadero amor a Jesucristo. Espero de vos tener una buena muerte; Madre mía, por el amor que tenéis a Dios os ruego que siempre me ayudéis, pero más en el último instante de mi vida. No me dejéis hasta que me veáis salvo en el cielo para bendeciros y cantar vuestras misericordias por toda la eternidad. Así lo espero. Amén.


 

Oración de San Bernardo

 

Salve Reina de misericordia, Señora del mundo, Reina del cielo, Virgen de las vírgenes, Sancta Sánctorum, luz de los ciegos, gloria de los justos, perdón de los pecadores, reparación de los desesperados, fortaleza de los lánguidos, salud del orbe, espejo de toda pureza. Haga tu piedad que el mundo conozca y experimente aquella gracia que tú hallaste ante el Señor, obteniendo con tus santos ruegos perdón para los pecadores, medicina para los enfermos, fortaleza para los pusilánimes, consuelo para los afligidos, auxilio para los que peligran.

Por ti tengamos acceso fácil a tu Hijo, oh bendita y llena de gracia, madre de la vida y de nuestra salud, para que por ti nos reciba el que por ti se nos dio. Excuse ante tus ojos tu pureza las culpas de nuestra naturaleza corrompida: obténganos tu humildad tan grata a Dios el perdón de nuestra vanidad. Encubra tu inagotable caridad la muchedumbre de nuestros pecados: y tu gloriosa fecundidad nos conceda abundancia de merecimientos.

Oh Señora nuestra, Mediadora nuestra, y Abogada nuestra: reconcílianos con tu Hijo, recomiéndanos a tu Hijo, preséntanos á tu Hijo.

Haz, oh Bienaventurada, por la gracia que hallaste ante el Señor, por las prerrogativas que mereciste y por la misericordia que engendraste, que Jesucristo tu Hijo y Señor nuestro, bendito por siempre y sobre todas las cosas, así como por tu medio se dignó hacerse participante de nuestra debilidad y miserias, así nos haga participantes también por tu intercesión de su gloria y felicidad.

 


 

Oración de San Anselmo

 

¡Oh bendita entre todas las mujeres, que vences en pureza a los ángeles, que superas a los santos en piedad! Mi espíritu moribundo aspira a una mirada de tu gran benignidad, pero se avergüenza al espectro de tan hermoso brillo. ¡Oh Señora mía!, yo quisiera suplicarte que, por una mirada de tu misericordia, curases las llagas y úlceras de mis pecados; pero estoy confuso ante ti a causa de su infección y suciedad. Tengo vergüenza, ¡oh Señora mía!, de mostrarme a ti en mis impurezas tan horribles, por temor de que tú a tu vez tengas horror de mí a causa de ellas, y sin embargo, yo no puedo, desgraciado de mí, ser visto sin ellas.


 

Oración a Santa María

 

Santa María, Madre de Dios, consérvame un corazón de niño, puro y cristalino como una fuente. Dame un corazón sencillo que no saboree las tristezas; un corazón grande para entregarse, tierno en la compasión; un corazón fiel y generoso que no olvide ningún bien ni guarde rencor por ningún mal. Fórmame un corazón manso y humilde, amante sin pedir retorno, gozoso al desaparecer en otro corazón ante tu divino Hijo; un corazón grande e indomable que con ninguna ingratitud se cierre, que con ninguna indiferencia se canse; un corazón atormentado por la gloria de Jesucristo, herido de su amor, con herida que sólo se cure en el cielo.


 

Ante las tentaciones

 

Madre querida acógeme en tu regazo, cúbreme con tu manto protector y con ese dulce cariño que nos tienes a tus hijos aleja de mí las trampas del enemigo, e intercede intensamente para impedir que sus astucias me hagan caer. A Ti me confío y en tu intercesión espero. Amén.


 

Memorare

 

No me desampare tu amparo,
no me falte tu piedad,
no me olvide tu memoria.
Si tú, Señora, me dejas, ¿quién me sostendrá?
Si tú me olvidas, ¿quién se acordará de mí?
Si tú, que eres Estrella de la mar
y guía de los errados, no me alumbras, ¿dónde iré a parar?
No me dejes tentar del enemigo,
y si me tentare, no me dejes caer,
y si cayere, ayúdame a levantar.
¿Quién te llamó, Señora, que no le oyeses?
¿Quién te pidió, que no le otorgases?


 

Para ser buen cristiano

 

Santísima Señora, Madre de Dios; tú eres la más pura de alma y cuerpo, que vives más allá de toda pureza, de toda castidad, de toda virginidad; la única morada de toda la gracia del Espíritu Santo; que sobrepasas incomparablemente a las potencias espirituales en pureza, en santidad de alma y cuerpo; mírame culpable, impuro, manchado en el alma y en el cuerpo por los vicios de mi vida impura y llena de pecado; purifica mi espíritu de sus pasiones; santifica y encamina mis pensamientos errantes y ciegos; regula y dirige mis sentidos; líbrame de la detestable e infame tiranía de las inclinaciones y pasiones impuras; anula en mí el imperio de mi pecado; da la sabiduría y el discernimiento a mi espíritu en tinieblas, miserable, para que me corrija de mis faltas y de mis caídas, y así, libre de las tinieblas del pecado, sea hallado digno de glorificarte, de cantarte libremente, verdadera madre de la verdadera Luz, Cristo Dios nuestro. Pues sólo con Él y por Él eres bendita y glorificada por toda criatura, invisible y visible, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.


 

Santo Rosario

 

Modo de rezarlo:

Ave María Purísima,
Sin pecado concebida.

La señal de la cruz: Por la señal de la santa cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Acto de contrición: Jesús, mi Señor y redentor: Yo me arrepiento de todos los pecados que he cometido hasta hoy, y me pesa de todo corazón, porque con ellos ofendí a un Dios tan bueno. Propongo firmemente no volver a pecar, y confío en que por tu infinita misericordia me has de conceder el perdón de mis culpas y me has de llevar a la vida eterna. Amén.

Oración: 
-Abre Señor mis labios
-Y mi boca cantará tus alabanzas
-Ven oh Dios mío en mi ayuda
-Apresúrate Señor en socorrerme
Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo

Se enuncian los misterios que se van a considerar en el día y después de cada misterio se rezan 1 Padrenuestro, 10 Ave María y 1 Gloria al Padre.

En cada misterio: 

Padrenuestro: 1 vez

Avemaría: 10 veces

Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo. Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

Santa María, Madre de Dios*, ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

*(Se puede añadir "y Madre nuestra")

Gloria: Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Al final de cada misterio se añade la siguiente jaculatoria: "Oh Jesús mío, perdónanos nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, atrae a todas las almas al cielo, especialmente las mas necesitadas de tu misericordia".

 

Misterios del Santo Rosario
(Fuente: www.corazones.org)

Gozosos
(lunes y sábados)
Luminosos
(jueves)
Dolorosos
(martes y viernes)
Gloriosos
(miércoles y domingos)

 

 

 

 


Misterios Gozosos

 

1- La Anunciación.
(Lucas 1, 30-32, 38
“El ángel le dijo: No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios, vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. El será grande y será llamado Hijo del Altísimo (...). Dijo María: He aquí la esclava del Señor;
hágase en mí según tú palabra
. 
2- La Visitación (de María a su prima Santa Isabel).
(Lucas 1, 39-43)
“En aquellos días, se levanto María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena del Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre; y ¿de donde a mí
que la madre de mi Señor venga a visitarme?”
3- El Nacimiento de Jesús
(
Lucas 2, 6-11)
“Y sucedió que, mientras ellos estaban allí se cumplieron los días del alumbramiento, y dio a luz a su hijo primogénito, le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el alojamiento. Había en la misma comarca algunos pastores (...) se les presentó el Ángel del Señor, (...)y les dijo: no temáis, pues os anuncio una gran alegría, (...) os ha nacido (...) un salvador.
4- La Presentación
(Lc 2, 22-25, 34-35)
“Llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor, como está escrito en la Ley del Señor. (...) Y he aquí que había en Jerusalén un hombre llamado Simeón que esperaba la consolación de Israel; y estaba en él el Espíritu Santo. (...) Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: Éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción ¡y a ti misma una espada te traspasará el alma!- a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones.
5- El Niño Perdido y Hallado en el Templo
(
Lc 2, 41-47)
“Sus padres iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua. (...) Subieron ellos como de costumbre a la fiesta y, al volverse, pasados los días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo sus padres(...).
Se volvieron a Jerusalén en su busca(...). Al cabo de tres días, le encontraron en el templo sentado en medio de los maestros, escuchándole
s y preguntándoles; todos los que le oían, estaban estupefactos por su inteligencia y sus respuestas.

 

 

 

Misterios Luminosos

 

1- Su bautismo en el Jordán
(Mt 3, 13, 16-17)
“Entonces aparece Jesús, que viene de Galilea al Jordán donde Juan, para ser bautizado por él (...). Salió luego del agua; y en esto se abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios que bajaba en forma de paloma y venía sobre él. Y una voz que salía de los cielos decía: Este es mi Hijo amado, en quien yo me complazco. 
2- Su autorrevelación en las bodas del Caná
(Jn 2,1-5)
“Se celebraba una boda en Caná de Galilea y estaba allí la madre de Jesús. Fue invitado también a la boda Jesús con sus discípulos. Y, como faltara vino, porque se había acabado el vino de la boda, le dice a Jesús su madre: No tienen vino. Jesús le responde: ¿Qué tengo yo contigo, mujer? Todavía no ha llegado mi hora. Dice su madre a los sirvientes: Haced lo que él os diga.

3- Su Anuncio del Reino de Dios, invitando a la conversión
(Mc 1, 15, 21; 2,3-11; Lc 7, 47-48)
“Marchó Jesús a Galilea; y proclamaba la Buena Nueva de Dios: El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva (...). [Luego] llegan a Cafarnaúm (...) y le vienen a traer a un paralítico. (...) Al no poder presentárselo a causa de la multitud, abrieron el techo (...) y a través de la abertura que hicieron, descolgaron la camilla donde yacía el paralítico. Viendo Jesús la fe de ellos, dice al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados (...), a ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.
(Lc 7, 47-48)
Por eso te digo que quedan perdonados sus muchos pecados, porque ha mostrado mucho amor. A quien poco se le perdona, poco amor muestra.»
  Y le dijo a ella: «Tus pecados quedan perdonados.»

4- Su Transfiguración
(Mt 17, 1-3, 5)
 
“Seis días después, toma Jesús consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los lleva aparte, a un monte alto. Y se transfiguró delante de ellos: su rostro se puso brillante como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. En esto, se les aparecieron Moisés y Elías que conversaban con él. (...) [Y] una nube luminosa los cubrió con su sombra y de la nube salía una voz que decía: Este es mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadle."
5- Institución de la Eucaristía, expresión sacramental del misterio pascual.
(Jn, 13, 1; Mt 26, 26-29)
“Sabiendo Jesús, que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo”. Y “mientras estaban comiendo, tomó Jesús pan y lo bendijo, lo partió y, dándoselo a sus discípulos, dijo: Tomad, comed, éste es mi cuerpo. Tomó luego una copa y, dadas las gracias, se la dio diciendo: bebed de ella todos, porque ésta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos para perdón de los pecados” .

 

 

 

 

 

Misterios Dolorosos

 

1- La Agonía en el Huerto
(Lc 22, 39-46)
“Va Jesús con ellos a una propiedad llamada Getsemaní, y dice a los discípulos: Sentaos aquí, mientras voy allá a orar. Y tomando consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a sentir tristeza y angustia. Y adelantándose un poco, cayó rostro en tierra,” y dijo: “Padre si quieres aparta de mí esta copa, pero no se haga mi voluntad sino la tuya. “Y sumido en agonía, insistía más en su oración. Su sudor se hizo como gotas espesas de sangre que caían en tierra” (Mt 26, 36-37; Lc 22, 41-44).
2- La Flagelación de Nuestro Señor Jesucristo
(Jn 18, 33, 19;1)
(Pilato) “volvió a salir donde los judíos y les dijo: Yo no encuentro ningún delito en él (...). ¿Queréis, pues, que os ponga en libertad al Rey de los judíos? Ellos volvieron a gritar diciendo: ¡A ése, no; a Barrabás! (...) Pilato entonces tomó a Jesús y mandó azotarle”.
3- La Coronación de Espinas
(Mt 27, 29-30)
Los soldados “trenzando una corona de espinas, se la pusieron sobre su cabeza, y en su mano derecha una caña; y doblando la rodilla delante de él, le hacían burla diciendo: ¡Salve, Rey de los judíos!; y después de escupirle, cogieron la caña y le golpeaban en la cabeza.
4- Jesucristo, la cruz a cuestas y camino al Calvario.
(Mt, 27, 31; Jn 19, 17; Mc 15, 21)
“Cuando se hubieron burlado de él, le quitaron el manto, le pusieron sus ropas y le llevaron a crucificarle”. “Y él cargando con su cruz, salió hacia el lugar llamado Calvario”. “Y obligaron a uno que pasaba, a Simón de Cirene, (...) a que llevara su cruz.
5- La Crucifixión y Muerte de Nuestro Señor
(Lc 23, 33-34, 44-46; Jn 19, 33-35)
“Llegados al lugar llamado Calvario, le crucificaron. (...) Jesús decía: Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen (...). Era ya cerca de la hora sexta cuando, al eclipsarse el sol, hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona (...). Jesús, dando un fuerte grito, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu y, dicho esto, expiró.” “Como le vieron muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le traspasó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua.

 

 

 

 

 

 

 

Misterios Gloriosos

 
1- La Resurrección del Señor
(Mt 28, 5-6)
“El Ángel se dirigió a las mujeres y les dijo: Vosotras no temáis, pues sé que buscáis a Jesús, el Crucificado; no está aquí, ha resucitado, como lo había dicho. Venid, ved el lugar donde estaba. Y ahora id en seguida a decir a sus discípulos: Ha resucitado de entre los muertos”
2- La Ascensión
(Lc 24, 50-51; Mc 16, 20)
Jesús “los sacó hasta cerca de Betania y, alzando sus manos, los bendijo. Y sucedió que, mientras los bendecía se separó de ellos y fue llevado al cielo.” Después “salieron a predicar por todas partes, colaborando el Señor con ellos y confirmando la Palabra con las señales que la acompañaban.
3- La Venida del Espíritu Santo en Pentecostés
(Hch 1, 14; 2, 1-4)
“Todos ellos perseveraban en la oración, con un mismo espíritu en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos. (...) Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar. De repente vino del cielo un ruido (...) que llenó toda la casa en la que se encontraban. Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos; quedaron todos llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse”
4- La Asunción de la Virgen Santísima
(
Ct 2, 10-11, 14)
“¡Levántate, amada mía, hermosa mía, y vente! Porque, mira, ha pasado ya el invierno, han cesado las lluvias y se han ido. (...) Muéstrame tu semblante, déjame oír tu voz; porque tu voz es dulce, y bello tu semblante.
5 -La Coronación de la Virgen Santísima como Reina de Cielos y Tierra.
(Sal. 45, 14-15; Ap 11, 19;12, 1)
“Toda espléndida, la hija del rey, va adentro, con vestidos en oro recamados; con sus brocados es llevada ante el rey.” Y “una gran señal apareció en el cielo; una mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza.

 

 

 

 

 

 

 

Letanías de la Virgen María

 

Señor, ten piedad de nosotros. Señor, ten piedad.
Cristo, ten piedad de nosotros. Cristo, ten piedad.
Señor, ten piedad de nosotros. Señor, ten piedad.
Cristo, óyenos. Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos. Cristo, escúchanos.
Dios, Padre Celestial. Ten piedad de nosotros.
Dios, Espíritu Santo. Ten piedad de nosotros.
Trinidad Santa, un sólo Dios. Ten piedad de nosotros.

 


Ruega por nosotros.

Ruega por nosotros.

Santa María, 
Santa Madre de Dios.
Santa Virgen de las Vírgenes.
Madre de Cristo.
Madre de divina gracia.
Madre purísima.
Madre castísima. Madre virgen.
Madre inmaculada.
Madre admirable.
Madre del buen consejo.
Madre del Creador. Madre del Salvador.
Virgen prudentísima.
Virgen digna de veneración.
Virgen digna de alabanzas.
Virgen poderosa.
Virgen clemente.
Virgen fiel.
Espejo de justicia.
Trono de sabiduría.
Causa de nuestra alegría.
Vaso espiritual.
Vaso digno del honor.
Vaso insigne de devoción.

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Rosa mística. 
Torre de David.
Torre de Marfil.
Casa de oro.
Arca de la Alianza.
Puerta del cielo.
Estrella de la mañana.
Salud de los enfermos.
Refugio de los pecadores.
Consoladora de los afligidos
Auxilio de los cristianos.
Reina de los Ángeles.
Reina de los Patriarcas.
Reina de los Profetas.
Reina de los Apóstoles.
Reina de los Mártires.
Reina de los Confesores.
Reina de las vírgenes.
Reina de todos los Santos.
Reina concebida sin pecado original.
Reina elevada al cielo.
Reina del Santísimo Rosario.
Reina de la Paz.

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Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo. Perdónanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo. Escúchanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo. Ten misericordia de nosotros.

 

Tres Ave-Marías en honor a la pureza de la Santísima Virgen:

1

Dios te salve, María, pura y casta antes del parto, hija de Dios Padre, llena eres de gracia, el Señor es contigo. Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

Santa María, Madre de Dios*, ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

2

Dios te salve, María, pura y casta durante el parto, Madre de Dios Hijo , llena eres de gracia, el Señor es contigo. Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

Santa María, Madre de Dios*, ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

3

Dios te salve, María, pura y casta después del parto, esposa de Dios Espíritu Santo, llena eres de gracia, el Señor es contigo. Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

Santa María, Madre de Dios*, ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

Oración:

Dios te salve, María, pura y casta antes del parto, en el parto y después del parto Templo y Sagrario de la Santísima Trinidad concebida sin mancha alguna de pecado original Amén.

Gloria: Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Oremos: Señor Dios nuestro: concédenos gozar de constante salud de alma y cuerpo, y por los ruegos de la Virgen María, líbranos de las penas de esta vida y haz que alcancemos la alegría sin fin. Por Cristo, nuestro Señor. Amén.

Oración de San Bernardo: Acuérdate, Oh piadosísima Virgen María, que jamás se oyó decir que hayas abandonado a ninguno de cuantos han acudido a tu amparo, implorando tu protección y reclamando tu auxilio. Animado con esta confianza, también yo acudo a tí, Virgen de vírgenes, y gimiendo bajo el peso de mis pecados, me atrevo a compadecer ante soberana presencia. No deseches mis súplicas, Madre del Verbo divino, antes bien, óyelas y acógelas benignamente. Amén.

Consagración al Inmaculado Corazón de María: CORAZÓN INMACULADO DE MARIA... ! que a cambio de tu amor para con nosotros, recibes tantas ofensas: yo te ofrezco y consagro perpetuamente todo mi ser, para corresponder de la mejor manera a tu ternura maternal, para reparar las injurias de que eres objeto de parte de tantos hijos ingratos, y para vivir por mi parte la consagración del mundo entero, tan deseado por tu Corazón, y llevada a cabo por el Sumo Pontífice. Dígnate aceptar este humilde, pero sincero ofrecimiento. Mi alma, mi cuerpo, mi vida son tuyos; y pues enteramente te pertenezco, guárdame y defiéndeme como cosa enteramente tuya. Amén.

Palabras del Santo Padre sobre el Santo Rosario

EL ROSARIO

"El Rosario es mi oración preferida. Oración maravillosa en su sencillez y en su profundidad. En esta oración repetimos muchas veces las palabras que la Virgen María escuchó de boca del ángel y de su prima Isabel. A estas palabras se asocia toda la Iglesia.

Se puede decir que el Rosario es, en cierto modo, una oración-comentario del último capítulo de la Constitución "Lumen Gentium" del Vaticano II, capítulo que trata de la admirable presencia de la Madre de Dios en el misterio de Cristo y de la Iglesia.

Sobre el fondo de las palabras "Dios te salve, María", pasan ante los ojos del que las reza los principales episodios de la vida de Cristo, con sus misterios gozosos, dolorosos y gloriosos, que nos hacen entrar en comunión con Cristo, podríamos decir, a través del corazón de su Madre.

Nuestro corazón puede encerrar en estas decenas del Rosario todos los hechos que componen la vida de cada individuo, de cada familia, de cada nación, de la Iglesia y de la humanidad: los acontecimientos personales y los del prójimo y, de modo particular, de los que más queremos. Así, la sencilla oración del Rosario late al ritmo de la vida humana".

S.S. Juan Pablo II

 



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